El perfil de los alumnos para Quintiliano es el siguiente:
deben tener cualidades innatas como el ingenio, buena voz y pulmones, buena
salud, constancia y prestancia. Pero éstas se pueden cultivar con la guía de un
profesor competente, con la tenacidad en el estudio y con los muchos y
continuos ejercicios de escritura, lectura y dicción (1, 27), es decir las
tareas.
El libro 2 aborda la formación del orador pero en su
etapa de adolescencia, momento en el que el niño debe continuar sus estudios
con el profesor de retórica, la naturaleza de las materias y también ofrece la
definición y utilidad de la retórica. En los tres primeros capítulos de este
libro se dirige al profesor, al respecto dice que asuma la actitud de un padre hacia sus discípulos… que el mismo no
tenga vicios ni los tolere… No se mostrará irascible, pero tampoco se
desentenderá de aquello que requiera de corrección; expondrá sus enseñanzas con
simplicidad… Responderá de buen modo a los que le hagan preguntas y preguntará
espontáneamente a los que no las hagan. Cuando elogie los ejercicios de sus alumnos,
que no sea ni mezquino ni pródigo, pues lo uno engendra desgano por el trabajo
y lo otro, seguridad excesiva. Al corregir los errores, no será áspero y aún
menos despectivo, pues ciertamente muchos se sienten apartados de los estudios
cuando los que reprenden parecen hacerlo por un sentimiento de aversión
personal. Él mismo deberá declamar algo cada día, más bien mucho, para que sus
oyentes tengan algo que llevar consigo. (2, II, 4-9). Más adelante expresa
que el peor maestro será también el más
difícil (2, III, 9). Y de los vicios que el profesor se debe cuidar es el de la
cortesía: Aquel enorme vicio, al que se
ha dado por llamar cortesía, y que consiste en alabarse recíprocamente
cualquier discurso, siendo además indecoroso, teatral e indigno de las escuelas
bien regidas, es ante todo el más pernicioso enemigo de los estudios (2,
II, 10).
En este libro II, le dedica un capítulo a la memoria. Es
de suma importancia que el alumno memorice poemas y textos porque así hará
suyas las estructuras y los temas, que en el momento requerido fluirán más
fácilmente como si fueran propios, además de que memorizará mejor lo que él
mismo cree. Este capítulo me hace valorar la importancia de la memoria en los
estudios y que, incluso actualmente se ha llegado a ver como un obstáculo,
porque los desanima ya que no la han ejercitado y les es difícil retener la
información (2, VII).
A partir de la obra de Quintiliano, podemos obtener un
sinnúmero de reflexiones sobre cómo enseñamos, si lo hacemos de manera correcta
o no, si hay algo que debamos o seamos capaces de modificar. Lo cierto es que
estas reflexiones nos llevan, o al menos a mí, a recordar, por si lo hemos
olvidado, que tenemos una gran responsabilidad de formar “hombres de bien”, que
tanto necesita nuestro país, y que no sabemos qué camino seguirán y de qué
manera incidirán e influirán en nuestra sociedad; a la mente me llegan nuestros
políticos, que conducen de manera extraviada y poco ética nuestra república;
Quintiliano dice: Cuando aquel verdadero
hombre político, capaz de conducir tanto los asuntos públicos como privados,
que puede regir ciudades con sus consejos, darles el fundamento de las leyes,
corregir mediante juicios, no puede ser en verdad otro que el orador (1,
9), que no es otro que ese vir bonus.
Para leer la ponencia completa da clic en este enlace.
Para leer la ponencia completa da clic en este enlace.