El estudio de las humanidades ha
tenido desde su inicio el objetivo de mejorar las condiciones del ser humano,
pero da la impresión de que en el siglo XXI han ido perdiendo terreno en el
proceso de adaptación a los cambios paradigmáticos en la educación y de lo que
se entiende hoy por adquisición del conocimiento. Además, se ha cuestionado la
utilidad del estudio de las humanidades señalando que no tiene aplicaciones
prácticas y sólo sirve para el enriquecimiento del espíritu.
Ante esta problemática que
planteó la doctora Tatiana Sule Fernández en su ponencia este martes 12 de noviembre en
el Instituto de Investigaciones Filológicas, realizó un breve, pero sustancioso,
análisis de la perspectiva que han tenido diversos humanistas desde el
Renacimiento sobre la necesidad y utilidad de las humanidades, durante el cual
mencionó la visión del filósofo como alguien que no acepta la regla pasivamente
sino que investiga para tomar decisiones al respecto; rescató la idea de la
educación como un instrumento de justicia social y la visualización que se
tenía en el siglo XVIII de la felicidad como un bien social.
En su defensa de la importancia
de las humanidades en la actualidad, la doctora Sule indicó que éstas se crean
y recrean constantemente por medio del lenguaje y nos ayudan, entre muchas
otras cosas, a tener una comprensión más profunda de lo que pasa, a detectar
mentiras y medias verdades, a encontrar la palabra adecuada en el momento
adecuado -es decir, a comunicar-, a procurar tener un compromiso verdadero,
amistades entrañables y a vivir plenamente.
Después recurrió al filósofo y
sociólogo francés Edgar Morin para
enfatizar que, en la actualidad las humanidades siguen siendo necesarias para
realizar exámenes y estudios de la complejidad humana, así como enseñar la
comprensión y la ética del género humano, puesto que existe una necesidad de concientizar
sobre una ciudadanía terrenal que deje claro a los ciudadanos que las especies
no son inseparables y se debe reconocer el lugar que tenemos en nuestro
entorno. Recalcó que no debemos pensar que somos el centro de ese todo, sino un
elemento más, por lo que debemos interactuar de manera armónica en el lugar
donde nos tocó vivir.
Ante este panorama, las
humanidades tienen el deber de salir al encuentro de la humanidad respecto a
las culturas, y los seres humanos –en palabras de Diderot- ‘la obligación de
ser felices sin dañar a los otros’.
En respuesta a las preguntas de
los asistentes, la doctora señaló que la forma de escribir y descifrar los
mensajes a través de medios electrónicos, sobre todo de los jóvenes, requiere
de un proceso mental complejo, por lo que es un prejuicio pensar que quien
abrevia y emplea ‘emoticones’ no sabe razonar, ya que este tipo de comunicación
sí se rige por un código.
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